Masticar chicle es un hábito común para refrescar el aliento o reducir los antojos, pero las investigaciones sugieren que también puede tener efectos sutiles sobre el metabolismo. El acto de masticar, conocido como masticación, puede desencadenar ciertas respuestas fisiológicas que influyen en el gasto energético y la digestión.
Cuando masticas chicle, tu cuerpo activa los músculos de la mandíbula y del rostro, lo que aumenta ligeramente el uso de energía. Los estudios han demostrado que masticar chicle puede elevar la frecuencia cardíaca y estimular el sistema nervioso simpático, el mismo sistema implicado en la respuesta de “lucha o huida”, lo que produce un modesto aumento en la quema de calorías. Sin embargo, este incremento es relativamente pequeño, con un promedio de unas 10 a 15 calorías adicionales por hora.
El chicle también puede influir en el apetito y la ingesta de alimentos. Algunas investigaciones indican que puede reducir la sensación de hambre y ayudar a controlar los picoteos, posiblemente al promover la producción de saliva y mantener la boca ocupada, lo que puede engañar al cerebro y hacerlo sentir más satisfecho. No obstante, los resultados son mixtos y el chicle no es una herramienta confiable para el control del peso por sí solo.
Además, los chicles sin azúcar que contienen ingredientes como el xilitol pueden favorecer la salud bucal y ayudar a regular la respuesta de la insulina en comparación con los chicles azucarados, lo que podría contribuir a una mejor estabilidad metabólica a largo plazo.
En resumen, masticar chicle puede aumentar ligeramente el metabolismo y reducir el apetito, pero sus efectos son modestos. Aunque puede ser un complemento útil para un estilo de vida saludable, los cambios significativos en el metabolismo provienen principalmente del ejercicio regular, una alimentación equilibrada y un descanso adecuado.